Franz, muy diestro en el arte de engañar a su mamá para evitar ir a la escuela, un día decide frotarse la nariz con un pañuelo con pimienta para parecer enfermo, y lo consigue. Sin embargo, al día siguiente se entera que todos sus maestros faltaron a clases y que todos se la pasaron jugando todo el día, incluso Gaby le indica que de haber ido se hubieran podido sentar juntos toda la jornada.
Por si esto fuera poco, Franz es muy alérgico al huevo, el tomate (ambos alimentos sin importancia para él) y a las fresas (que son uno de sus manjares predilectos). Tentado por una fiesta en donde todos los platillos son de fresa, el muchacho se deleita a sus anchas, aunque al día siguiente se encuentra invadido por la alergia que padece, lo cual le causa que en la escuela lo tachen de mugroso, "con piojos, chinches y liendres". El alumno más fuerte de la clase decide ayudarlo y Franz, en compensación, le ayuda a resolver la tarea consistente en un ensayo del por qué los grandes deben proteger a los chicos, sobre la cual el segundo vierte su apología apelando a que la actitud de su amigo el fuerte corresponde a un acto de apoyo por el más necesitado y por lo tanto, no se trata de un acto reprobable ni mucho menos, como lo consideran todos. En resumen, se trata de una lección de vida en la que el fuerte debe ayudar al menesteroso, estandarte que igualmente distingue a Don Quijote de la Mancha en sus aventuras para ayudar a los desvalidos.
Frase: "Los tomates no le gustaban, el huevo no le importaba dejar de comerlo, pero las fresas le chiflaban!"
Bibliografía:
Catarro a la pimienta (y otras historias de Franz)
Nöstlinger, Christine
El barco de vapor
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